jueves, septiembre 28, 2006

De alas y pasos

A las cuatro y dos minutos de la tarde se ha posado una mariposa sobre las buganvillas del mirador de São Pedro de Alcântara; y se ha quedado de alas paralizadas al ver las nubes enredadas entre las murallas del castillo. En estos días de comienzo de otoño, el ruido del tráfico de los Restauradores no llega hasta las buganvillas, supongo que por eso la ciudad se extiende como una princesa dormida junto al río.

Desde aquí arriba uno puede jugar a seguir el contorno de las colinas, a descubrir caras en las ventanas o a contar las camisas blancas tendidas en los balcones. Desde aquí arriba es más fácil soñar, casi siento que puedo abrir mis alas inexistentes pero, de alguna forma, ciertas, y levantar el vuelo junto a la pequeña mariposa.

Rozaría entonces los tejados y buhardillas, revolotearía entre las floristas del Rossio o los locos tranvías y quizás al anochecer, cuando los sueños parecen tener más fuerza, me llenaría de coraje para hundir mis patitas en el agua del río.

Pero como bien decía Jose Cardoso Pires, desde aquí arriba la ciudad no se siente... por eso, a veces es imprescindible olvidar los miradores y tocar el contorno de las colinas con nuestros propios pasos.

miércoles, septiembre 27, 2006

Toc toc

lunes, septiembre 25, 2006

Ese rincón mío...



Detrás de una puerta verde en la Rua do Salitre el restaurante Himalaia se esconde entre el vuelo loco de los gorriones, los murmullos del cercano jardín botánico y el sol de la tarde, que se cuela entre el entramado como si lo reflejaran cientos de cristales.

Es una escuela de yoga y al mismo tiempo restaurante vegetariano, y uno siente un algo, parecido a una calma espontanea en el momento exacto de pisar la entrada, allí donde un mantra luminoso gira sin descanso.

Los colores ocres en la pared, las mesas pequeñas, el verde y el dorado tenue, los grandes ventanales que muestran el jardín, el ruido de la vida ahogado por las paredes protectoras; y sobre todo, la sonrisa perfecta de su dueña, los ojos limpios del camarero y el plato preparado con esmero.

Los gorriones se alborotan con nuestras voces y se acercan, tímidos, inclinando su cabecita para mirarnos de soslayo desde la rama de un árbol o el borde de la chimenea. Cuando una mesa se vacía saltitan sobre el mantel, esquivando vasos y platos, en busca de una semilla, de un resto, de una huella de miguitas olvidada.

Así, parece que uno sale lavado a la calle: de las prisas y el desasosiego, de las amenazas de lluvia, del frío leve de principios de otoño, del pasado y de todo lo que fuimos y no quisimos ser. Hay lugares mágicos y hay otros que nos llenan de magia.

domingo, septiembre 24, 2006

Llueve. Las sirenas de los barcos llegan desde la lejanía del río, y yo pienso que vivir es lo mejor que me ha pasado en la vida...

martes, septiembre 19, 2006

Lundi-lunes-luna...

A veces mis lunes son diferentes, a veces piso la calle un lunes por la mañana y, en esos días, me parece como si hubiese caído en un mundo extraño y hostil: las caras serias, aún medio dormidas; los codazos y la disculpa seria en los labios entreabiertos; los pasos rápidos; las escaleras mecánicas del metro y las camisas recién planchadas. A veces bajo de mi mundo a la vida diaria y el ruido me aturde, entonces cierro los ojos y recuerdo los pájaros en mi ventana a las diez de la mañana, el segundo café, las vecinas que charlan en la ventana...

Pero ayer la necesidad de realizar algunos trámites me alejaron de mi refugio y comí en el centro comercial que hay en la plaza Saldanha, bueno en uno de todos los que hay...A la una de la tarde la zona del comedor bullía como si se tratara de un campo de refugiados colapsado, y realmente así parecía, a pesar de las corbatas, de los zapatos verdes y azules de piel, de todas las marcas, de las carteras llenas, de los platos solitarios repletos, aún, de comida. De pronto, presentí toda la gente sola por la que me vi rodeada. Personas que comen calladas, sin levantar los ojos del plato para no encontrarse con la mirada incómoda del vecino de mesa al que no conocen, al que nunca vieron ni volverán a ver, probablemente.

Hay días en los que apenas salgo de casa y otros en los que casi no entro, ayer fue uno de estos últimos. Me hace bien a veces tomarle el pulso a la ciudad, para después venir aquí y contarla, aunque al final yo también sea uno más de sus miles de habitantes que comen solos, rodeados de extraños, en las grandes mesas de los lunes.

jueves, septiembre 14, 2006

Los días rápidos...y los lentos

A veces me gustaría quedarme escondida en el hueco de una palabra, en el último sonido que deja; otras desearía que uno de mis segundos felices se transformara en una vida entera. Los días han pasado casi sin que me diera cuenta, Lisboa se ha vestido con el sol brillante de julio, con la marea de agosto y los atardeceres de este septiembre que ahora se desliza lento y melancólico. Lisboa ha pasado y yo casi no me he dado cuenta...

La vida es un cruce de caminos, y a pesar de eso tenemos que seguir recorriendo el nuestro, ese sendero nuestro solitario, que atraviesa esta u otras ciudades que nos esperan, que nos sueñan en sus calles, en sus cafés de esquina, en los días a los que quizás no llegaremos. Todo lo que somos, todo aquello que sentimos, nació del camino que fuimos dejando hacia atrás.

Siempre imaginé todas las ciudades. Cerraba los ojos y las visitaba sin moverme de mi silla, sentía sus brazos abiertos de madre que sabe comprender el momento en el que la abandonamos. He estado lejos de Lisboa, y me he puesto a caminar sin ella, pensando apenas en mí, viviendo en un mundo irreal que sólo ha existido durante estas últimas semanas de silencios. Un mundo capaz de llenar la vida toda.

Y aún así Lisboa ha seguido estando aquí: sus miradores bajo el sol de la tarde, las paredes blancas de Alfama, el río plateado por la mañana...todo ha seguido estando aquí sin mí. Aunque yo no viera sus calles, sus calles seguían mis pasos, siempre en secreto, como si quisieran abrazarme en un descuido o a la vuelta de un callejón.

Es extraña esta vuelta, como extraños son mis días, pero dicen que es necesario partir para poder volver...