Algunos la llamaron la ciudad blanca, le dieron mil poemas y canciones, pero para mí es simplemente Lisboa. Y ella me concede este instante para amarla, para guardar su aroma, sus senos de mujer dormida y el color azul de sus tardes de invierno. No soy una amante celosa, no quiero para mí sola ni las calles ni el río ni los barcos anclados. Quiero contarla, aunque me salga la letra triste y la frase partida, quiero contar Lisboa...
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