Ese rincón mío...
Detrás de una puerta verde en la Rua do Salitre el restaurante Himalaia se esconde entre el vuelo loco de los gorriones, los murmullos del cercano jardín botánico y el sol de la tarde, que se cuela entre el entramado como si lo reflejaran cientos de cristales.
Es una escuela de yoga y al mismo tiempo restaurante vegetariano, y uno siente un algo, parecido a una calma espontanea en el momento exacto de pisar la entrada, allí donde un mantra luminoso gira sin descanso.
Los colores ocres en la pared, las mesas pequeñas, el verde y el dorado tenue, los grandes ventanales que muestran el jardín, el ruido de la vida ahogado por las paredes protectoras; y sobre todo, la sonrisa perfecta de su dueña, los ojos limpios del camarero y el plato preparado con esmero.
Los gorriones se alborotan con nuestras voces y se acercan, tímidos, inclinando su cabecita para mirarnos de soslayo desde la rama de un árbol o el borde de la chimenea. Cuando una mesa se vacía saltitan sobre el mantel, esquivando vasos y platos, en busca de una semilla, de un resto, de una huella de miguitas olvidada.
Así, parece que uno sale lavado a la calle: de las prisas y el desasosiego, de las amenazas de lluvia, del frío leve de principios de otoño, del pasado y de todo lo que fuimos y no quisimos ser. Hay lugares mágicos y hay otros que nos llenan de magia.
Es una escuela de yoga y al mismo tiempo restaurante vegetariano, y uno siente un algo, parecido a una calma espontanea en el momento exacto de pisar la entrada, allí donde un mantra luminoso gira sin descanso.
Los colores ocres en la pared, las mesas pequeñas, el verde y el dorado tenue, los grandes ventanales que muestran el jardín, el ruido de la vida ahogado por las paredes protectoras; y sobre todo, la sonrisa perfecta de su dueña, los ojos limpios del camarero y el plato preparado con esmero.
Los gorriones se alborotan con nuestras voces y se acercan, tímidos, inclinando su cabecita para mirarnos de soslayo desde la rama de un árbol o el borde de la chimenea. Cuando una mesa se vacía saltitan sobre el mantel, esquivando vasos y platos, en busca de una semilla, de un resto, de una huella de miguitas olvidada.
Así, parece que uno sale lavado a la calle: de las prisas y el desasosiego, de las amenazas de lluvia, del frío leve de principios de otoño, del pasado y de todo lo que fuimos y no quisimos ser. Hay lugares mágicos y hay otros que nos llenan de magia.
1 Comments:
...meu Deus! como você aparece na hora sempre certa...falei em você HOJE!!!
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