jueves, abril 20, 2006

Philosophie


Estos días me he mantenido un poco ausente porque he estado cuidando a esta preciosidad llamada Philosophie

miércoles, abril 12, 2006

En la distancia

Estar lejos de Lisboa a veces es una alegría o una fascinación. No escuchar el ruido del claxon o las sirenas de los barcos, no sentir el motor de los aviones sobre mis tardes calmas, no estar allí y al mismo tiempo desear estar.

No ver la ciudad e imaginarla. Imaginar el río plateado en la mañana, que acaricia y besa las orillas, que serpentea seductor frente a los muros y las casas, frente a todos los puertos. Sentir el recuerdo del cielo entre las colinas, de los gritos de las gaviotas cuando están en tierra, y buscar el olor de las salinidades que atraviesan el río en los días de lluvia.

Qué alegría estar lejos de Lisboa y echarla tanto de menos.

lunes, abril 10, 2006

El refugio

Hace más de un año tuve un encuentro muy especial en el café de un espacio igualmente peculiar: el chapitô. La mayor parte de los extranjeros se encuentran allí, estudiantes de erasmus conversan unidos por una misma lengua, personas de todas partes del mundo comparten una cerveza o un café. Yo tuve un encuentro muy especial allí, encontré una persona que no esperaba descubrir, un gran amigo, sensible y dulce, y una persona que me ayudó a ver cumplido un sueño.

A veces recuerdo aquella noche: no hacía frío y por eso nos sentamos en la terraza del bar, pedimos un par de cervezas y nos hicimos preguntas el uno al otro, finalmente cara a cara. Una niebla espesa cubría el río y el Cristo Rei parecía navegar sobre este mar de algodones roseados por las luces de la ciudad. Él llevaba una bufanda de colores y continuamente hablaba con las manos, las movía delicadamente al ilustrar sus palabras, y le brillaban los ojos oscuros. Pasaron las horas y nosotros continuamos allí, rodeados por la niebla y la noche, mientras el chapitô desplegaba todas sus alas y se convertía más que nunca en espacio de encuentros y mestizajes.

Es un lugar distinto, inexplicable, como si, protegido y oculto por la propia ciudad, se mantuviera como un espacio donde se conectan todas las corrientes, todas las ideas y las letras, donde la música, el circo, el teatro o dos personas que se miran, formaran parte instantánea del mismo arte, de la misma seducción.

Siempre pienso que hace mucho que no voy hasta allí, será quizás porque se me llenan los ojos de recuerdos y porque sé que la niebla nunca será la misma...

viernes, abril 07, 2006

Cariños Pessoanos


Mi amiga Anita ha hecho para mí este precioso azulejo con el rostro de Fernando Pessoa. Los regalos no valen el dinero que costaron sino el cariño con el que los hicieron, y para mí no hay nada que supere un regalo hecho con las propias manos. Ahora descansa en su lugar, en el más apropiado para él: rodeado de Libros. Tras él se encuentran los versos de Antonio Machado, Ricardo Reis, Ondjaki, Pablo Neruda, Álvaro de Campos, Agostinho Neto; las palabras de José Saramago y las historias incompletas de Soeiro Pereira Gomes. Así, todos mezclados y unidos al mismo tiempo por un bien común: la literatura.

Como no podría ser de otra forma, unos versos, esta vez de Ricardo Reis, dedicados a humilde, por supuesto.

Deixa passar o vento
sem lhe perguntar nada.
Seu sentido é apenas
ser o vento que passa (...)

12-9-1916

miércoles, abril 05, 2006

Artesanos del volante

Cuando vuelvo de las clases de español, siempre suelo coger el autobús número 12. Dejamos atrás Santa Apolonia y el río en el instante en el que las luces de la otra orilla comienzan a encenderse. Subimos con esfuerzo la Rua do Vale de Santo Antonio, recogiendo pasajeros, girando en las esquinas peligrosamente, entrando en el corazón del barrio de Graça. A veces el camino se vuelve difícil y los obstáculos se revelan: una curva complicada, un coche mal aparcado...

Cuando esto sucede las prisas se vuelven calma, porque sabemos que de nada sirve enfadarse o protestar y tan sólo nos resta pegar la nariz a la ventanilla para observar lo que sucede allá afuera. Los vecinos que salen de las tabernas para intentar ayudar con posibles indicaciones, las mujeres asomadas en los balcones, la fiesta de los niños que aquí aún juegan en la calle con una pelota o una caja de cartón. Entonces lo imprevisto se vuelve alegría.

Conducir por las calles de Lisboa es una aventura de saltos y recodos, y los conductores se convierten en artesanos del volante.

sábado, abril 01, 2006

O herói


Todos hemos tenido alguna vez un héroe. Los héroes son necesarios, nos ayudan a caminar, a perseguir la utopía como bien dijo Galeano. Lo que no nos cuentan es la vida real de esos héroes, de esas personas que en algún momento hicieron algo muy importante por su país, por su gente o incluso por simples desconocidos. No nos dicen que los héroes sobrevivientes de las guerras duermen en las calles y que son desplazados del lugar que merecen por otros que no hicieron nada.

Me resulta un poco difícil hablar de la película "O herói" de Zezé Gamboa. Fui ayer a verla y hoy aún no consigo ordenar mis sentimientos. Nunca estuve en Angola, nunca visité Luanda pero cuando la ciudad se comenzó a dibujar sobre la pantalla de repente reconocí los lugares sobre los que tanto he leído. Y ahí se me encogió el corazón, ante la vista de los musseques (barrios pobres dentro de la ciudad), de los niños vagabundos y descalzos, de los contrastes entre ricos y pobres.

Dentro de la película hay muchas historias, pero la historia principal es la que narra el dolor que queda después de la guerra, el dolor de los mutilados, de los desaparecidos, de los refugiados, de las prostitutas que recorren la noche de Luanda porque no les queda otra, divirtiendo a los dueños del país. Es el dolor, que tiene mil disfraces aunque siempre sea el mismo.

Todo el mundo sabe que Angola vivió 40 años de guerra: primero la guerra colonial contra los portugueses, después la guerra civil entre la UNITA y el MPLA. Todos hemos oído alguna vez hablar de ello, de las minas que con la ayuda de la ONU poco a poco van quitando, pero muy poco a poco porque ya se sabe... cuesta demasiado dinero y tiempo. Pero lo que no sabemos es lo que sienten los niños que sirviéndose de la radio o de la televisión buscan a sus padres desaparecidos; ni conocemos tampoco la tristeza de aquellos que lucharon por la independencia y ahora vagan por las calles sin que nadie les dé una oportunidad para reinsertarse en la sociedad, en el país que ellos, sobre todo ellos, construyeron. No, no sabemos nada, y si lo hemos oído alguna vez se nos olvida, como tantas otras cosas...

Vitorio es un sargento del ejército, un héroe condecorado, que pasó 20 años luchando, desde cuando era casi un niño. Ahora recorre todos los días el camino desde el cartón en el que duerme hasta un hospital en Luanda, con la esperanza de que le den una prótesis, con la que poder caminar y después soñar con un trabajo y con una vida. Cuando la consigue se la roban porque "aquí en Luanda se roba de todo..." y su lucha vuelve a empezar. Manu desea con fuerza que su padre vuelva, él no puede creer que haya muerto en la guerra, sabe que un día volverá junto a él; a su madre ni siquiera la conoció. Judite ha perdido a su hijo y pierde cada noche el cuerpo y la dignidad cuando se entrega a desconocidos a cambio de unos kwanzas.

Todos están perdidos, mutilados, aplastados por la guerra y la posguerra y sobre todo por las diferencias y las injusticias que recorren el país. Y a pesar de todo se encuentran, sueñan, tienen esperanza, quieren, desean y son angoleños, aman su país.

Puedo explicaros lo que vi, lo que no consigo hacer es explicaros lo que sentí...

Hace mucho tiempo, cuando era niña, llegó un curita nuevo a la iglesia de mi barrio. Había pasado 30 años en Angola y venía directamente desde allí. A veces se le escapaba alguna palabra en portugués y a mí me hacia reír. Pero luego se puso a contarnos cosas de Angola, de la tierra, de la gente, de la guerra y del dolor... y se le escapó una lagrima y se puso triste. A mí me dio por pensar que Angola debía ser un lugar hermoso, muy hermoso, para que aquel hombre llorara de aquella forma por haberse alejado. Aún hoy sigo pensando lo mismo.

Si alguna vez la película "O herói" se cruza en vuestra vida no paséis indiferentes ante ella, dejad que os vea.