El refugio

A veces recuerdo aquella noche: no hacía frío y por eso nos sentamos en la terraza del bar, pedimos un par de cervezas y nos hicimos preguntas el uno al otro, finalmente cara a cara. Una niebla espesa cubría el río y el Cristo Rei parecía navegar sobre este mar de algodones roseados por las luces de la ciudad. Él llevaba una bufanda de colores y continuamente hablaba con las manos, las movía delicadamente al ilustrar sus palabras, y le brillaban los ojos oscuros. Pasaron las horas y nosotros continuamos allí, rodeados por la niebla y la noche, mientras el chapitô desplegaba todas sus alas y se convertía más que nunca en espacio de encuentros y mestizajes.
Es un lugar distinto, inexplicable, como si, protegido y oculto por la propia ciudad, se mantuviera como un espacio donde se conectan todas las corrientes, todas las ideas y las letras, donde la música, el circo, el teatro o dos personas que se miran, formaran parte instantánea del mismo arte, de la misma seducción.
Siempre pienso que hace mucho que no voy hasta allí, será quizás porque se me llenan los ojos de recuerdos y porque sé que la niebla nunca será la misma...
2 Comments:
Lindo!
Obrigada Manuel!
um abraço
M.
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