Artesanos del volante

Cuando esto sucede las prisas se vuelven calma, porque sabemos que de nada sirve enfadarse o protestar y tan sólo nos resta pegar la nariz a la ventanilla para observar lo que sucede allá afuera. Los vecinos que salen de las tabernas para intentar ayudar con posibles indicaciones, las mujeres asomadas en los balcones, la fiesta de los niños que aquí aún juegan en la calle con una pelota o una caja de cartón. Entonces lo imprevisto se vuelve alegría.
Conducir por las calles de Lisboa es una aventura de saltos y recodos, y los conductores se convierten en artesanos del volante.
4 Comments:
qué gusto.
Todo un ejemplo de calma ante las contrariedades.
ufff aquí en Madrid rápidamente salta la impaciencia...
besos!
Estoy enamorada de tu manera de narrar...
Un abrazo enorme
Querida Almena,
A veces creo que adoro tanto Lisboa porque me recuerda a un tiempo en el que ni siquiera yo llegué a vivir en España. Es una ciudad contradictoria y por eso muy especial.
un beso grande
M.
...
Querida Mirada,
y yo estoy enamorada de tu forma de mirar...
otro abrazo grande
M.
Mujeres enamoradas... sugestivo.
Maria, una vez venia en el colectivo por Baires, iba a no se bien donde, y no me acuerdo por que. Allá arriba los ultimos rayos del sol hacian cosquillas en la panza de las nubes, con colores rosas y lilas... Se lo comenté a la desconocida que venía a mi lado y me dijo "vos no sos de aca, no?"... Me dejó impactado.
Se nota también que no sos de Lisboa. Pero, se nota más aun, la parcimonia del alma grande y bella.
Dos besos!
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