Se va la vida...
Durante décadas el Parque Mayer fue considerado como la "Broadway portuguesa": un espacio amplio dentro de la ciudad lleno de teatros, donde noche tras noche se representaban revistas y musicales. La vida cultural y nocturna pasaba por aquí; las grandes vedetas lucían sus voces y pasos de baile y los aplausos rebotaban contra las paredes, ensordeciendo los agradecimientos.
Hoy ya no queda nada; ni los ecos ni las luces, ni el brillo de una lentejuela. El lugar parece un descampado y apenas uno de los teatros continúa en funcionamiento, junto a un par de restaurantes. El resto de los edificios aún se mantiene en pie, con sus cristales rotos y el aspecto descuidado, con el eco de sus glorias pasadas.
Pero este lunes ocurrió un milagro; uno de esos momentos en los que el pasado vuelve con fuerza y nada lo detiene. Nosotros no eramos los mismos de antes, pero aún así uno de los teatros del Parque Mayer despertó; y además para acoger a un grupo que no podría haber encontrado un lugar mejor para maravillarnos.
Bajofondo tango club es una sorpresa para los sentidos: una mezcla de tango con cualquier otra música que, como dijo Gustavo Santaolalla, escuchan en sus casas, en la radio, en la calle...todas las influencias sobre el tango, el tango latiendo sobre todas ellas. El teatro parecía un lugar secreto, oscuro e íntimo, temblando ante los gemidos del bandoneón o del melancólico lamento del violín corneta.
Los momentos únicos existen. A veces pasan desapercibidos frente a nosotros con asombrosa facilidad, otras no. Se quedan. En el fondo de los ojos, en la punta de los pelos del brazo cuando se nos erizan ante un sonido más especial que el otro, en la memoria de una noche que siempre permanecerá viva.
Quieren derribar todos los teatros y construir apartamentos de lujo, y a casi nadie parece importarle. Quizás no podamos salvarlos de su destino final, pero por una noche, sólo por una, las luces del escenario se volvieron a encender.