"La columna rota"
Este jueves pasé el día en el barrio de Belém, más concretamente primero en el centro cultural y después frente a la puerta del Palacio del Presidente de la República. No suelo ir a menudo hasta aquella parte de la ciudad, por eso subir al tranvía número 15 y recorrer la orilla del río durante media hora se convierte en un placer.
Primero comí con mi amiga Anita en un restaurante chino, chop suey de cerdo, arroz tres delicias y pato de Pekín a la velocidad de la luz, porque ya llegábamos tarde a la visita guiada a la exposición de Frida Kalho que estos días se encuentra en el centro cultural de Belém. Además, mi amiga sería la intérprete del guía y no queda bien visto que llegásemos a mitad de visita.
Me gustan los cuadros de Frida. No están todos, claro, ni siquiera los más "famosos" o quizás los que yo más deseaba ver, pero aún así me han gustado. Pero lo que más me gustó fue la interpretación de mi amiga, que sin que el guía se diera cuenta aumentaba datos, nombres e historias. Claro que cuando el guía dijo una frase y ella la multiplicó por cuatro él comenzó a sospechar algo.
Después quise volver a casa, porque tenía que terminar algunos trabajos. Pero no me dejaron, porque el día 9 de marzo tomaba pose el nuevo y flamante Presidente de la República y había colocado toda su caballería sobre los raíles del tranvía. Tráfico interrumpido, por tanto. Así que me acerqué a curiosear. Parece que Anibal Cavaco Silva se había acercado hasta el monasterio de los Jerónimos para depositar unas flores sobre la tumba de Luiz de Camões. Luego, por la noche, lo vi en la tele y no fue exactamente así, eran un par de soldaditos los que cargaban con una enorme corona de flores, pero bueno, supongo que vale.
Yo encontré a Cavaco cuando ya salía del monasterio. Tocaron el himno nacional frente a él, después se subió a un mercedes negro y dio dos vueltas frente a nosotros, con otros cuatro mercedes igualmente negros detrás en los que no tengo ni idea de quien iba. No pude evitar oír la conversación de un par de mujeres que estaban frente a mí:
- ¡Qué vergüenza! la gente se muere de hambre y ellos aquí dándose la gran vida.
- Pues sí, porque mira todos lo que han venido para esta tontería, los jefes de estado, que si príncipes y princesas...
- Y no te creas que comen cualquier cosa...
- Ah no, no, de lo mejorcito, y nosotros a pagarlo.
De pronto, los caballos comenzaron a trotar tras los cinco mercedes negros. Uno de ellos se despistó un poco y a su jinete le costó controlarlo. Las mujeres continuaban con su conversación:
- Ay, ¡míralos que bonitos! ¡cómo trotan!
- sí, sí y mira los trajes, son tan elegantes...
- ¡Ay, bendito sea Dios! que a ese se le desboca el caballo.
- Es que no debe ser fácil controlarlos con tanta gente.
- Pero así queda tan bonita la comitiva, ¡mira!, ¡mira!
Debo confesar que lo mejor de esta "representación" fue uno de los jinetes. Llevaba dos grandes tambores colocados sobre la montura y, milagrosamente, conseguía tocarlos y mantener el caballo en línea recta tras los mercedes, los cinco.
- Pero lo que yo te estaba diciendo, ¡una vergüenza!, ¡eso es lo que es!
- Qué razón tienes, filha, la gente se muere de hambre y ellos con esta pantomima...
Intenté de nuevo subir al tranvía, pero al presidente se le ocurrió bajarse del coche y acercarse a saludar al pueblo. En ese momento decidí irme a leer al café de al lado. Lo reconozco, me dio así como un poco de miedo...y bueno, que es que a mí me gustaba más el antiguo presidente, que le vamos a hacer...
Al final, desistí del tranvía y me subí al primer autobús que pasó. No fue mala decisión, porque acabé recorriendo partes de la ciudad que aún no conocía. En una curva nos acercamos peligrosamente a un tranvía y mientras me bamboleaba agarrada a la barra, volví a pensar en Frida y en sus dieciocho años atravesados por un pasamanos.
Primero comí con mi amiga Anita en un restaurante chino, chop suey de cerdo, arroz tres delicias y pato de Pekín a la velocidad de la luz, porque ya llegábamos tarde a la visita guiada a la exposición de Frida Kalho que estos días se encuentra en el centro cultural de Belém. Además, mi amiga sería la intérprete del guía y no queda bien visto que llegásemos a mitad de visita.
Me gustan los cuadros de Frida. No están todos, claro, ni siquiera los más "famosos" o quizás los que yo más deseaba ver, pero aún así me han gustado. Pero lo que más me gustó fue la interpretación de mi amiga, que sin que el guía se diera cuenta aumentaba datos, nombres e historias. Claro que cuando el guía dijo una frase y ella la multiplicó por cuatro él comenzó a sospechar algo.
Después quise volver a casa, porque tenía que terminar algunos trabajos. Pero no me dejaron, porque el día 9 de marzo tomaba pose el nuevo y flamante Presidente de la República y había colocado toda su caballería sobre los raíles del tranvía. Tráfico interrumpido, por tanto. Así que me acerqué a curiosear. Parece que Anibal Cavaco Silva se había acercado hasta el monasterio de los Jerónimos para depositar unas flores sobre la tumba de Luiz de Camões. Luego, por la noche, lo vi en la tele y no fue exactamente así, eran un par de soldaditos los que cargaban con una enorme corona de flores, pero bueno, supongo que vale.
Yo encontré a Cavaco cuando ya salía del monasterio. Tocaron el himno nacional frente a él, después se subió a un mercedes negro y dio dos vueltas frente a nosotros, con otros cuatro mercedes igualmente negros detrás en los que no tengo ni idea de quien iba. No pude evitar oír la conversación de un par de mujeres que estaban frente a mí:
- ¡Qué vergüenza! la gente se muere de hambre y ellos aquí dándose la gran vida.
- Pues sí, porque mira todos lo que han venido para esta tontería, los jefes de estado, que si príncipes y princesas...
- Y no te creas que comen cualquier cosa...
- Ah no, no, de lo mejorcito, y nosotros a pagarlo.
De pronto, los caballos comenzaron a trotar tras los cinco mercedes negros. Uno de ellos se despistó un poco y a su jinete le costó controlarlo. Las mujeres continuaban con su conversación:
- Ay, ¡míralos que bonitos! ¡cómo trotan!
- sí, sí y mira los trajes, son tan elegantes...
- ¡Ay, bendito sea Dios! que a ese se le desboca el caballo.
- Es que no debe ser fácil controlarlos con tanta gente.
- Pero así queda tan bonita la comitiva, ¡mira!, ¡mira!
Debo confesar que lo mejor de esta "representación" fue uno de los jinetes. Llevaba dos grandes tambores colocados sobre la montura y, milagrosamente, conseguía tocarlos y mantener el caballo en línea recta tras los mercedes, los cinco.
- Pero lo que yo te estaba diciendo, ¡una vergüenza!, ¡eso es lo que es!
- Qué razón tienes, filha, la gente se muere de hambre y ellos con esta pantomima...
Intenté de nuevo subir al tranvía, pero al presidente se le ocurrió bajarse del coche y acercarse a saludar al pueblo. En ese momento decidí irme a leer al café de al lado. Lo reconozco, me dio así como un poco de miedo...y bueno, que es que a mí me gustaba más el antiguo presidente, que le vamos a hacer...
Al final, desistí del tranvía y me subí al primer autobús que pasó. No fue mala decisión, porque acabé recorriendo partes de la ciudad que aún no conocía. En una curva nos acercamos peligrosamente a un tranvía y mientras me bamboleaba agarrada a la barra, volví a pensar en Frida y en sus dieciocho años atravesados por un pasamanos.
1 Comments:
....que escalofrio!!!!.... :)
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