Marineros en tierra
Esta mañana me he encontrado con un pirata en la calle, con ojo de cristal incluido. Iba caminando por la Rua Augusta, se bamboleaba de un lado a otro como si estuviera en alta mar y llevaba un vulto en el bolsillo del abrigo. Mi mente, que a veces se excede bastante, ha imaginado que dicho vulto era un loro paraguayo o, peor aún, un antiguo mosquete. Por eso lo he seguido, soy curiosa por naturaleza, no puedo evitarlo, me gusta observar a las personas. Las miro e imagino sus vidas, sus historias, hacia dónde se dirigen; es una vieja manía.
Lo he seguido hasta llegar a la praça do comercio y me he escondido detrás de una columna. Él se ha quedado quieto durante unos instantes, mirando al río, recorriendo la otra orilla. Después, se ha llevado la mano al misterio bolsillo. Me ha dado miedo, lo reconozco, y he cerrado con fuerza los ojos. Pero la curiosidad ha sido más fuerte que yo...
El pirata del ojo de cristal ha sacado su secreto a la luz: un objeto pequeño, oscuro, que desde mi posición no conseguía ver con claridad. Se lo ha llevado a la oreja y de pronto he podido escuchar su voz, fuerte y grave, gastada por el ron:
-¡Eh tío!, ¿se puede saber dónde estás? ¡Llevo media hora dando vueltas!
Sí, ya sé lo que estáis pensando... debería bajar un poco de las nubes y no imaginar tanto. Eso es lo que yo he sentido en ese momento, muerta de la vergüenza por mi tonta persecución. Pero en ese preciso instante, ha salido del café Martinho da Arcada su cliente más habitual. Y me ha saludado con su sombrero y una leve sonrisa. Claro que yo le he tenido que contestar: ¡Buenos días, señor Fernando Pessoa!
Lo he seguido hasta llegar a la praça do comercio y me he escondido detrás de una columna. Él se ha quedado quieto durante unos instantes, mirando al río, recorriendo la otra orilla. Después, se ha llevado la mano al misterio bolsillo. Me ha dado miedo, lo reconozco, y he cerrado con fuerza los ojos. Pero la curiosidad ha sido más fuerte que yo...
El pirata del ojo de cristal ha sacado su secreto a la luz: un objeto pequeño, oscuro, que desde mi posición no conseguía ver con claridad. Se lo ha llevado a la oreja y de pronto he podido escuchar su voz, fuerte y grave, gastada por el ron:
-¡Eh tío!, ¿se puede saber dónde estás? ¡Llevo media hora dando vueltas!
Sí, ya sé lo que estáis pensando... debería bajar un poco de las nubes y no imaginar tanto. Eso es lo que yo he sentido en ese momento, muerta de la vergüenza por mi tonta persecución. Pero en ese preciso instante, ha salido del café Martinho da Arcada su cliente más habitual. Y me ha saludado con su sombrero y una leve sonrisa. Claro que yo le he tenido que contestar: ¡Buenos días, señor Fernando Pessoa!
5 Comments:
nunca se sabe qué nos puede deparar el seguir a un pirata....
:-)
....la imaginación en diarias dosis está bien para no caer en el aburrimiento....
....Ah! Pessoa....pero era realmente él? o era Reis o de Campos o Careiro o.... ;)
Querida Almena,
Los piratas siempre llevan sorpresas en los bolsillos... ;)
un besito
Querido humilde,
Yo también pensé que era posible que no fuera Pessoa sino Ricardo Reis, pero la carta dirigida a Ofelia que llevaba en la mano me sacó de dudas, ¡era absolutamente Fernando!
un beso
Es tan bonito leerte, agradecida estoy, siempre me sacas una sonrisa, antes o después de la emoción que me das.. Es extraño contarte esto, pero aunque no me explique, creo que me entiendes :-) Gracias, preciosa.
Muchos besos.
Querida Mirada,
Gracias a ti...claro que te entiendo, a veces las personas nos entendemos con una simple mirada, ¿verdad?
un abrazo fuerte
Ana
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