martes, octubre 03, 2006

Perdida en Alfama

Cuando camino por Alfama siento que vuelvo a un tiempo que no me pertenece, que nunca viví, pero que de algún modo, forma parte de mi historia. Las vecinas sentadas a la puerta de sus casas, charlando antes de la cena, me hacen imaginar la adolescencia de mi madre, allá, en aquel pueblo en el que aún se pueden ver las estrellas. Los niños...los niños que juegan con cualquier cosa, que hablan conmigo, sin temerle a los desconocidos, y a los que sonrío como si perteneciera a la gran familia que es su barrio.

Me relaja caminar por sus callejuelas y no oír nada, sólo las voces y los trinos, los gritos y la música, el silencio...; me llena de calma, aunque después la vuelta a la ciudad se haga más dura. A veces imagino que vivo aquí, que abro la ventana de mi casa y saludo a la vecina entre los geranios y la menta, que mis sábanas extendidas casi rozan el suelo de la calle, y que me despierto con el olor del pan recién horneado o con los gritos de las pescaderas.

Alfama es como una perla, escondida y libre, aún...