lunes, mayo 08, 2006

El olor de mis primeros años

Lisboa me ha devuelto uno de los olores de mi infancia. Lo sentí por primera vez a los tres meses de llegar, apareció de repente, a la vuelta de una esquina, como un soplo inesperado. Todos los años de adolescencia y madurez se deshicieron en el recuerdo de mis pequeños pasos hasta la panadería del pueblo de mi madre.

Siempre me enviaban a comprar el pan; y a mí me daba miedo. Me asustaba entrar en la panadería, que era un gran almacén, recorrer el camino en la oscuridad hasta el mostrador y encontrarme con el hombre de la barba roja. Él sonreía, pero yo continuaba asustada. Casi en un susurro, le tartamudeaba el pedido de mi abuela y él me lo entregaba aún caliente, colocándolo en mis manos temblorosas. Después sonreía. Yo le miraba durante unos segundos y aspiraba el olor del pan recién hecho; pero cuando el hombre de la barba roja me preguntaba mi nombre, yo salía corriendo, atravesando la oscuridad hasta llegar a la plaza, al día, a la luz...

Nunca volví a sentir aquel olor especial, en las ciudades no existen panaderías como aquella... nunca hasta que llegué aquí y me sorprendió a la vuelta de una esquina. A pesar de eso, los recuerdos nunca vuelven completos y el hombre de la barba roja no está para que le pueda decir: "Ana, me llamo Ana..."

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

son los recuerdos que no se dejan escapar de donde queremos conservarlos, aunque el hombre de la barba roja ya no pregunte tu nombre,
un abrazo,

11:00 p. m.  
Blogger Unknown said...

....ah, los aromas de la infancia.... la memoria del olfato es de las más extrañas que existen.... aparece inesperadamente y dura un efímero instante.... pero que recuerdos trae de golpe!.... :)

11:58 p. m.  
Blogger mirada said...

¿te dije alguna vez que me gustaba mucho leerte?
Mil besos Ana y una sonrisa desde el corazón.

10:01 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

de mi infancia me acuerdo el aroma a colonia de mi abuelo. andaba siempre perfumado, bañándose de mañana, siempre afeitado y con ese aroma, mmmmmmmm, a colonia fresquita, matinal.
incluso en invierno me parecía estar en presencia del mismísmo hombre por excelencia. esa era la forma de vida que debía tener un marinero o algo así. eso de bañarse de mañana, afeitarse a diario sin ninguna otra ocupación que ver pasar el tiempo en su jubilación ya avejentada de los sesenta y pico.
ese es el aroma que más recuerdo.

3:27 a. m.  

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